Francisco, el alumno incómodo

Por Emiliano Leal Sorriente

“Profesor, ¿Y eso para qué nos va a servir?” Aunque ésta frase podría parecer lo más normal y legítima para un alumno, en el caso de Francisco era interpretada como un acto de rebeldía. Y es que había un problema con Francisco, era el alumno que siempre estaba distraído con sus dispositivos electrónicos, y que hacía preguntas y comentarios retadores a los profesores.

Su actitud, había provocado que Francisco tuviera mala fama entre los profesores y se convirtiera en uno de esos alumnos a los que consideran “flojos, que no quieren trabajar, quieren que les den todo, vienen a perder el tiempo y a molestar” e incluso algunos lo consideraban hasta un “parásito”.

Pero, ¿Y si de verdad el alumno no tiene interés en el aula y siente que está obteniendo mejores satisfactores usando su teléfono celular? ¿Y si de verdad el alumno quiere saber cuál es la utilidad de lo que está aprendiendo? ¿Qué pasaba realmente con Francisco? O peor aún, ¿Qué sucede con los profesores?

Aunque puede haber varias respuestas para esta idea, en éste caso específico, hay un problema que no es del todo del alumno pero tampoco del todo de los profesores, es decir, es de responsabilidad compartida.

Por otro lado, la ya clásica distracción de los estudiantes en clase con sus dispositivos, o platicando con el compañero, parece alterar bastante al profesorado. “Antes cuando el profesor llegaba a clase los alumnos se levantaban de sus asientos para saludarlo, y nadie decía una palabra mientras el profesor hablaba”, se ha escuchado decir.

Lidia (2006), lo define de la siguiente manera:

“Los años escolares suelen concebirse como pasaje para acceder a la sociedad de los adultos, tanto que muchos niños y adolescentes se ven restringidos casi exclusivamente al rol de alumnos. La maquinaria escolar tiende a establecer una exageración de ese rol observando, registrando, calificando y estigmatizando: “no puede», «no sabe», «no obedece», «es indisciplinado», «tiene mala conducta».

Un primer problema tiene que ver con cómo estamos manejando la libertad en el aula. Desde mi punto de vista muy personal, cosas como disciplina, respeto a la autoridad, atención en clase, entre otras, han sido manejadas con una posición de autoritarismo por parte de los profesores y directivos de escuelas e instituciones educativas por muchos años. Anteriormente el docente representaba saber y poder, pero hoy la autoridad del docente ya no es reconocida por los estudiantes (Lidia, 2006).

Curiosamente creo que estos aspectos, están íntimamente relacionados, y que se trata más bien de un problema de comunicación, donde como ya dije, intervienen tanto alumnos como profesores. No pretendo con esto “traicionar” al gremio docente, al cual pertenezco con mucho orgullo, pero creo que es necesario que comencemos a manejar la autocrítica de manera más amplia, y en algunos casos, que nos autocritiquemos, pues parece que el ego docente a veces puede cegarnos y no permitirnos ver más allá.

¿Qué debemos hacer distinto?

En primera instancia, creo que una solución para el caso de Francisco, tiene que ver con que su forma de ser y de actuar ha generado un perjuicio negativo en torno a él. En este sentido, lo primero sería liberarnos de prejuicios, o por lo menos, tratar de que no influyan en cómo lo trataremos desde el inicio, pues se pueden cumplir, tal como lo señala Murillo (2006):

“Las etiquetas o catalogar a las estudiantes y los estudiantes predispone la actitud ante ellas y ellos, y la forma en que se manejará la disciplina en el aula. A esto se le suma el peligro de que las etiquetas puedan llegar a ser profecías autocumplidoras”. p. 24

Pero esto está relacionado a que hoy debemos generar espacios donde los estudiantes se puedan desarrollar con mayor libertad, donde puedan criticar la clase, la institución,  la materia e incluso al profesor. Por supuesto que muchos dirán que esto sería una locura, la anarquía total, el desorden, y por lo tanto, confundiéndolo con falta de disciplina, poco respeto a la autoridad, o desinterés en aprender.

Desde mi punto de vista, situaciones de este tipo son un área de oportunidad doble, pues podemos tomar nota de sus críticas y evaluar cuáles pueden ser acertadas, y por otro lado, podemos enseñarle a “Francisco” cómo manejar críticas con mayor inteligencia y de manera constructiva.

Como lo señala Murillo (2009) “Tratar de eliminar el conflicto en la escuela es paradójicamente tratar de eliminar en los centros de enseñanza algunas posibilidades de crecimiento y aprendizaje. No es cuestión de vivir en la anarquía, es poder convivir también con el conflicto”.

Otro tema importante  tiene que ver con cómo los profesores están enfrentando a ésta nueva generación, con todo y sus anexos (como los dispositivos móviles). Entender que se trata de una generación distinta, que interactúa con sus dispositivos, pero que a la vez tiene acceso a más información, y en general estar abiertos a sus nuevas ideas y formas de integración, hará que estemos más preparados para tratarlos, pero para esto debemos informarnos más sobre ellos en general.

Es un error no entender que pertenecen a una sociedad distinta, por eso la técnica autoritaria de los profesores ya no está funcionando, ya que lo que dan a entender a los jóvenes las nuevas formas de interacción, en especial en internet, es justamente que tiene una libertad de actuar muy grande. Por lo tanto, lo que debemos enseñar ahora, es a utilizar la libertad con responsabilidad y a que los alumnos generen sus propios límites.

Sin embargo, un estilo permisivo debe cuidar no caer en cosas como las que señala Murillo (2009) que pueden ser tóxicas, como creer que la no imposición de reglas genera afecto a los profesores y provoca que no se porten mal, minimizar acontecimientos negativos sin llamarles la atención, o que definitivamente no le demos importancia alguna a una situación negativa.

Pero otro punto importante está relacionado con el diálogo, que definitivamente debemos mejorar con nuestros alumnos, y ya no desde un punto de vista autoritario, sino, en la búsqueda de soluciones, aplicando nuestra creatividad, que conviertan éste tipo de situaciones en una instancia en donde el alumno pueda aprender algo más que la materia misma que estamos enseñando.

Pero para cumplir con esto, se deben respetar las opiniones de nuestros alumnos, pues tal como lo señala Cubero (2004) sólo “Cuando el maestro tiene una actitud de respeto hacia el proceso evolutivo de la otra persona, entonces puede considerar ‘el no estar de acuerdo’ como una oportunidad de intercambiar opiniones interesantes”.

Conclusión

En concreto, creo que los profesores tenemos la urgencia de cambiar de mentalidad, y entender que ésta nueva generación debe ser abordada y trabajada de distinta manera, y que ya no podemos quedarnos con las viejas estrategias educativas, pues aunque tengamos “20 años dando clases”, la generación de hoy está moldeada y configurada de una forma muy distinta, y que requiere, entre otras cosas, mejorar el diálogo con ellos.

Pero también tenemos que tener en cuenta que hay mucho que aprender de nuestros alumnos, y que cualquier situación se puede convertir en una oportunidad de aprendizaje para ellos también, no hay que desaprovecharla.

Referencias

Lidia S, M. (2006)  Disciplina, autoridad y malestar en la escuela. Revista Interamericana de Educación 41,1 Recuperado el 27 de septiembre de 2014, de http://www.rieoei.org/opinion38.htm.

Murillo A, O. (2009). HACIA UN ESTILO DISCIPLINARIO DESINTOXICADO. Revista Electrónica «Actualidades Investigativas en Educación», 9(1) 1-30. Recuperado el 25 de septiembre de 2014, de http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=44713054017

Cubero V, C. M. (2004). La disciplina en el aula: Reflexiones en torno a los procesos de comunicación . Revista Electrónica «Actualidades Investigativas en Educación», 4(2) Recuperado de http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=44740202

Imágenes

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Citar este artículo en formato APA:

Leal, Emiliano (2019, 16 de febrero). Fracisco, el alumno incómodo. Mi rincón de aprendizaje. Recuperado de: https://mirincondeaprendizaje.com/blog/francisco-el-alumno-incomodo/