México educando para la paz
En esta colaboración, Erika Vigil Alonso analiza las partes de la Ley General de Educación que nos invitan formar a niños y jóvenes en aspectos como la paz, el humanismo y la solidaridad. Además, se revisa el énfasis de la Ley en la educación emocional y la democracia.
Por Erika Vigil Alonso
Tengo el honor de escribir en este blog al que fui invitada por alguien que comparte el amor por la educación que yo siento, y agradeciendo la oportunidad, quiero abordar un tema actual, fuera de connotaciones políticas que tanto aquejan a la sociedad en estos tiempos. Sin embargo, tendré un referente con la Ley General de Educación que rige al sistema educativo mexicano y que, he de reconocer, contempla aspectos fundamentales y básicos para la formación de las personas.
No podemos negar que la sociedad actual está despertando y se está manifestando ante las injusticias que ha vivido a lo largo del tiempo. Muchos países de América Latina están en esta condición por diferentes intereses o motivos. Venezuela, Chile, Bolivia y de los más recientes, Colombia, están externando sus deseos, sus inconformidades y desafortunadamente no ha existido un diálogo abierto que promueva la democracia.
Pero sin entrar, como dije antes, en temas políticos, considero que la Ley General de Educación aborda una necesidad imperiosa en este ámbito: la paz y el humanismo.
El documental “Un abrazo de tres minutos”, corto, prácticamente con nulo diálogo, pero lleno de contenido emotivo, presenta imágenes que me llevaron a la reflexión profunda del por qué los seres humanos nos hemos puesto fronteras, cómo hemos sido capaces de alejar a personas de lo más valioso, la familia. El documental logra mostrar todas las emociones de la espera de un abrazo de las familias que viven divididas en territorio mexicano y norteamericano.
¿Por qué hemos sido los mismos seres humanos quienes nos hemos puesto barreras, quienes nos hemos lastimado, quienes hemos creído tener el derecho de afectar a otros?
Definitivamente vivimos en sociedad y debemos aprender a convivir en ella. La Ley General de Educación, establece en uno de sus capítulos que la educación mexicana incluirá la educación para la paz. En particular, el artículo 74 de dicha ley, decreta:
“Las autoridades educativas, en el ámbito de su competencia, promoverán la cultura de la paz y no violencia para generar una convivencia democrática basada en el respeto a la dignidad de las personas y de los derechos humanos. Realizarán acciones que favorezcan el sentido de comunidad y solidaridad, donde se involucren los educandos, los docentes, madres y padres de familia o tutores, así como el personal de apoyo y asistencia a la educación, y con funciones directivas o de supervisión para prevenir y atender la violencia que se ejerza en el entorno escolar”.
Considerando este precepto, no puede haber paz sin democracia, y no puede haber democracia sin diálogo. ¿Pero quién nos enseña esto tan intrínseco a la persona? ¿Quién nos enseña a ser empáticos? ¿Quién nos enseña a conocer nuestras emociones y las de los demás? Probablemente pensemos en primera instancia en la familia, pilar de la sociedad, educación y formación de una persona.
Sin embargo, las familias en la actualidad sufren diferentes situaciones que complican su operación más sustantiva. Cada vez son más las madres de familia que se ven en la necesidad de trabajar o que deciden hacerlo, sacrificando su presencia en el hogar y la crianza de sus hijos.
Por fortuna, estas preguntas ya están consideradas dentro de los programas educativos a nivel básico y medio superior en México. El aspecto socioemocional, tan amplio en los seres humanos, finalmente ya es un tema relevante para la educación mexicana. El artículo 59 de la misma ley que hemos estado revisando, determina que:
“en la educación que imparta el Estado se promoverá un enfoque humanista, el cual favorecerá en el educando sus habilidades socioemocionales que le permitan adquirir y generar conocimientos, fortalecer la capacidad para aprender a pensar, sentir, actuar y desarrollarse como persona integrante de una comunidad y en armonía con la naturaleza.
“De igual forma, para resolver situaciones problemáticas de manera autónoma y colectivamente, aplicar los conocimientos aprendidos a situaciones concretas de su realidad y desarrollar sus actitudes y habilidades para su participación en los procesos productivos, democráticos y comunitarios.”
Todo esto suena como la panacea, y entonces yo misma me cuestioné cómo formar seres humanos desde una perspectiva humanista cuando los formadores carecen, en muchas ocasiones, de una visión afín. Desafortunadamente, la docencia se ha convertido en una profesión extremadamente conveniente para muchas mujeres, principalmente, quienes buscan tener horarios cómodos que les permitan no descuidar a sus familias.
Esto no es malo, inclusive yo misma lo viví a través de mi madre quien se vio de repente en la necesidad de trabajar, y gracias a su excelente nivel de inglés pudo desarrollarse como docente del idioma. Pero lo que sí se torna en un problema, es cuando estas mujeres no logran apasionarse por su trabajo, por buscar a través de la educación un impacto social global que va más allá de las aulas, de un mero trámite que se esconde tras una calificación.
Pues es aquí en donde entra nuevamente la Ley General de la Educación que contempla en su capítulo II “promover la colaboración entre docentes para la creación de redes académicas para el intercambio de saberes y experiencias entre las maestras y los maestros de los diferentes sistemas y subsistemas educativos”, entre muchas otras estrategias de profesionalización y de formación en las emociones. No puedo estar más de acuerdo en esto, ya que sería una total incongruencia esperar que los docentes fortalezcan el trabajo colaborativo, la democracia, el análisis crítico, la comunicación asertiva y la tolerancia entre sus alumnos, si ellos mismos no lo hacen.
Concluyo que, logrando todo lo anterior, tendremos entonces sí personas con una formación integral que serán capaces de tomar decisiones empáticas, que buscarán conciliar y procurarán el bienestar común. Serán personas resilientes que a partir de las dificultades que puedan enfrentar, serán capaces de proponer y construir nuevas realidades para ellos mismos y para el mundo.
Por ello es que sigo sembrando todas mis esperanzas y mis esfuerzos en la educación, para ver un cambio palpable, un entorno de paz construido por los que hoy serán formados bajo una filosofía humanista. No sé si sea mucho o poco lo que logro hacer desde mi trinchera de educadora, pero lo que sí tengo claro es que lo que hago, lo hago con plena consciencia de querer una vida en la que reine la paz, en donde el diálogo sea el punto de partida para cualquier situación, en donde no exista el daño a otros porque le integridad de las personas no permite que se geste ningún mal, en donde el dolor del otro sea el dolor de uno mismo y por ello se evite, un mundo en donde las palabras sean las hacedoras del bien común y en donde el conocimiento se use en favor del desarrollo social.
¿Tú qué quieres?
Referencias
Ley General de Educación. (2019, 30 de septiembre) Recuperado de: http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/LGE_300919.pdf
Imágenes y video:
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